Cuando empezamos una relación, hay aspectos biológicos que se activan, responsables de ese “placer adictivo” que tenemos en un comienzo. Podemos pasar noches enteras conversando y al día siguiente ir a trabajar como si nada, hasta un tanto eufóricos. Con el tiempo se desarrolla una tolerancia química mutua y se pierde la euforia romántica, no es que nos hayamos equivocado de persona, o que la relación esté aburrida, sino que nuestros cerebros se han adaptado tanto el uno con el otro, que resulta más difícil estimular los centros del placer. Así como la pasión va cediendo espacio al afecto, la ternura, el apego, la pertenencia, la seguridad, y el compañerismo; esto no significa que el amor desapareció, sino que comienza una relación más consolidada, y con compromiso. Para llegar a esta nueva fase, hay que estar abierto a recibirla, no quedarse aferrado al tiempo pasado, sino disfrutar de esta nueva profundidad, no es el duelo…